Era un día soleado de un amanecer nublado, discutía
con mi amigo chinap acerca de la inmortalidad de los hombres lobo cuando se
casan con mujeres sirena. La situación económica para mi era precaria, yo comía
macitas con jugo de naranja de haitiano, y mi amigo chinap almorzaba pedazos de
pizza gourmet del colegio.
Entre platicas y botellas me comentó que ya no le gustaba
la vida en la isla, que por las noches anhelaba recorrer los blancos caminos de
la madre patria, perdón de los estados unidos de américa (porque también hay
estados unidos mexicanos) le comenté yo, que mi mundo no giraba en torno a la
gran manzana y que quizás terminaría tocando mi guitarra en algún viejo bar de
la zona colonial.
Pasaron los años y amigo chinap había logrado lo que él quería,
tenía un buen puesto en el gobierno, un carro lujoso y hasta se daba el lujo de
tener dos ayudantes personales (sirvientes) de color obscuro.
Un día
conoció a Lebasi, una hermosa mujer con curvas pronunciadas, en fin un mujerón como dicen los jóvenes.
Ella le prometió llevarlo a una ciudad
maravillosa, donde puedes dormir con las puertas abiertas, donde la paquetería llega
y te deja las cosas en frente de tu casa y ahí las encuentras al regresar, donde
el gobierno te da comida, los blancos te sonríen, los morenos estacionan los
carros, en fin algo así como las calles de cristal que habla la Biblia. Así
pasaron los meses hasta que mi amigo chinap decidió emigrar de la isla, dejar
los moto conchos, las voladoras, el grajo en los autobuses, los semáforos descompuestos,
los amets corruptos, las oficinas públicas llenas de buscones, la basura en la
calle, y los jevitos, para irse a la gran urbe donde todo marcha color de rosa.
Inicio su camino ese domingo hacia el aeropuerto, yo me quede en mi casa
para no tener que llorar en el camino, saque mi guitarra y comencé a tocar lo
que para mí sería la última despedida. EL agitó su cabeza y con ese gesto me despidió
diciéndome que me enviaría unos nike (leer textualmente NIKE) cuando llegara
hacia la tierra prometida.
Yo, envuelto en mi mundo lo despedí, me acuerdo que era un día de
verano, caluroso como siempre. Pues chinap llegó al paraíso, conoció los
casinos, la tabla en la playa, las muchachas en bikini, y el placer de vivir en
una urbe civilizada. Todo era alegría, pasaron los meses y el clima comenzó a
hacer lo que debe hacer todos los años… cambiar.
Al principio el frio era tolerable, que bueno es usar chamarras decía chinap
mientras se ponía la suya para ir de la
recamara al baño. –Nunca había usado agua caliente, es toda una --experiencia
diferente— afirmo posteriormente. Todo era alegría hasta que la nación del
hielo atacó.
Esa mañana todo parecía normal, el despertador sonó a la misma hora, el
desayuno fue preparado a la misma hora, pero la sorpresa fue al asomarse por la
puerta principal y ver aquella máxima expresión de la creación. Copos de nieve cubrían
la cima de los árboles, los muñecos de nieve dominaban el escenario, los
vecinos –como de película—haciendo bolas de nieve y aventándoselas unos a
otros. Wao no había nada más parecido al cielo en la tierra.
Todo era alegría, paz y amor, hasta que un día por la mañana la esposa
de chinap inició con trabajo de parto, los dolores estaban en aumento, las contracciones
le impedían casi respirar.
Mi estimado amigo rápido tomo su chaqueta, agarro
fuerte a su esposa de la mano y se dispuso a salir por la puerta principal. Ahí
estuvo el primer gran fallo. LA puerta estaba atorada, 18 pulgadas de la
delicia blanca habían caído y estaban como gigantes obstruyendo la salida
principal de aquella hermosa residencia en aquel paradisíaco país donde los
blancos son amables y los morenos te estacionan los vehículos.
Ni tonto ni perezoso, chinap abrió la puerta de la lavandería y dio un
salto esperando caer en tierra firme, ahí estuvo el segundo fallo, las 18
pulgadas de nieve lo enterraron casi hasta el prepucio, a como pudo cargo a su
esposa y gracias a sus largas horas de gimnasio pudo abrirse paso hasta el
nuevo automóvil Rymac que habían comprado. Estamos salvados gritaron, pero no sabían
que ahí estaba el tercer fallo, la temperatura del medio ambiente había descendido hasta -35 grados centígrados,
congelando la manija de la puerta, por ende cuando intentaron abrirla –Cataplum
– se rompió ¿Qué haremos ahora exclamó Lebasi? Nuestro protagonista saco el
instinto de supervivencia y con una mano rompió el cristal trasero pudiendo así
abrir la puerta y abordar el vehículo.
Oh chinap eres mi héroe –exclamo ella- ya todos en el vehículo, y
acostumbrado a prender y acelerar intento salir de la cochera, pero ahí estaba el
cuarto fallo, las 18 pulgadas de nieve habían puesto el vehículo en una rampa
de la que era imposible salir. Las llantas rechinaban sacando humo, perforando
el pavimento pero aquel vehiculo rycam no se movía de su lugar.
Los dolores de parto se hacían más intensos, el frío entraba por la
ventana rota de aquel vidrio fracturado por la mano poderosa de aquel joven que
cambio los motoconchos por pasearse en la tabla de la playa. Como dicen los gringos
SUDDENLY se le rompió la fuente, algo se aproximaba por el medio de las
piernas, ella comenzó a pujar y por obra y gracia del espíritu dio a luz a un
hermoso niño, intentaron llamar a la ambulancia pero las 18 pulgadas de nieve
hicieron imposible el rescate. Razón más que suficiente por la que nuestro
protagonista tuvo que hacerla de doctor y cortar el cordón umbilical de su primogénito.
Para hacerles la historia corta, nuestros participantes regresaron a la
isla caribeña donde da el sol todos los días, donde los políticos son
corruptos, los motoristas se te tiran encima, el vecino pone música hasta las
15 de la mañana, nadie recoge la basura y los morenos te tiran piedras. Ahora
tienen un puesto de fritura en boca chica, ella fabrica mabi de bohuco (bebida típica
dominicana) y el hace trenzas a los gringos. Cambiaron el rycam por una honda
70 sin plásticos y viven de lo más feliz, lejos de aquel país donde los blancos
son amables, los morenos te estacionan los carros y puedes dejar las puertas
abiertas, y cosas en la cochera donde nadie se las roba.
PDT. Para que vean que esta historia es cierta, adjunto unas imágenes.